Fué así:
Le pregunté:
-¿Qué tienes, qué te pasa? Dime.
Alzáronse ardiendo sus pupilas, su boca sin sonidos, y
con la elocuente gracia de un ángel de Murillo, me pedía
que callara y callé, pero mi alma de poeta, era un brasero de deseos.
-No me preguntes- dijo- no, no puedo decirte nada.
Me has dicho cosas tan grandes, tan enormemente elocuentes,
que temo ser en extremo dura.
Insistí y todo fue inútil.
Varios días después recibí esta escueta esquela.
-"Por favor, no insistas en verme. Quisiera explicarte el por qué
de mi decisión y no encuentro palabras.
Agradezco infinitamente tu cariño pero no intentes verme."
Apreté la cabeza entre las manos y leí repetidas veces la nota; intenté
apaciguar mis sentimientos y escribí tembloroso:
Llevo en las manos el alma
y nadie la quiere nadie,
como si no fuera nada(1)
repartir la propia sangre...
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Francisco Novo Alaminos.
1960 al 65
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(1) Versos ya anotados anteriormente
en el blog.
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De los malos momentos, se nutre la poesìa.
ResponderEliminarDebe ser porque el arte, y la literatura, son la reacciòn humana, ante la certeza de la propia muerte.
Un abrazo.
Los recuerdos siempre estarán con nosotros, sólo que lo aceptamos y seguimos.
ResponderEliminarBesos y sonrisas
ay Dios, cuanta trsiteza...
ResponderEliminares hermoso..
abrazos
Hay momentos en que nos sentimos as'i, con el alma en las manos. Me gusta esta tristeza. Todo est'a y en alg'un momento de la vida se vive as'i de triste como en tambien alegres.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte,
Andri
Llevo en las manos el alma,y nadie las quiere,nadie...Precioso y sentido poema amigo mio.Gracias por permitir que te siga.Besos.
ResponderEliminarHermoso poema donde tu alma y tu sangre se derraman.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mi alma de poeta era un brasero de deseos.
ResponderEliminar¡Qué bonito!
Un fuerte abrazo